
Desde la perspectiva del narrador. Desde Janel…
El Serie de historias de mujeres a mujeres nació del deseo de compartir historias que importan: historias de creación, liderazgo, maternidad, intuición y el proceso a menudo desordenado y profundamente humano de construir algo desde cero.
A lo largo de este viaje de 10 capítulos, he ido desvelando mi propia vida como mujer, madre, emprendedora y cofundadora de Sansara. Mi esperanza siempre ha sido simple: invitar a otras mujeres —fundadoras, creativas, ejecutivas y soñadoras— a estas conversaciones para que podamos reflexionar, reconectar y liderar con más honestidad, intención y humanidad.
Cuando llegamos al Capítulo Ocho, hay una verdad que se ha vuelto imposible de ignorar: no sería quien soy hoy sin las personas que han atravesado las puertas de Sansara.
Después de más de una década de recibir huéspedes de todos los rincones del mundo, he llegado a creer esto con todo mi corazón:
Todo aquel que llega a Sansara es un espejo.
Algunos invitados llegan con dolor o agotamiento, esperando en silencio un cambio. Otros llegan con el corazón abierto, listos para jugar y conectar. Otros traen escepticismo, vulnerabilidad o una alegría radiante que ilumina a toda la comunidad. Algunos son crudos. Otros son radiantes.
Cada uno de ellos refleja algo para mí: algo que necesito aprender, suavizar, recordar o liberar.
Desde fuera, dirigir un centro de retiros puede parecer hospitalidad. Pero he descubierto que es mucho más que eso. Es, en su forma más auténtica, obra sagrada.
Es crear espacio para la transformación, incluso de las maneras más sutiles. Es aprender a leer entre líneas en un formulario de reserva o percibir cuándo alguien no necesita charla informal, solo silencio y descanso. Es observar cómo desconocidos conectan mientras disfrutan del curry de coco y surfean al atardecer, creando una comunidad temporal con personas que de otro modo nunca se habrían cruzado.
Y me veo evolucionar junto con ellos, cada año, gracias a lo que aportan a este espacio.
¿Qué me han enseñado nuestros invitados? Más de lo que puedo contar.
Me han enseñado a tener paciencia: que los cambios ocurren a su debido tiempo.
Me han enseñado humildad: que no tengo todas las respuestas y que eso está bien.
Me han enseñado a tener presencia: a reducir la velocidad, a escuchar, a notar verdaderamente los pequeños detalles.
Me han enseñado el poder de una cálida bienvenida: cómo incluso una simple sonrisa puede cambiar el curso del día de alguien.
Sobre todo, me han enseñado que son los gestos más pequeños los que a menudo significan más.
Cada huésped que ha cruzado nuestro umbral me ha recordado una cosa: Todos llevamos algo.
Y cuando creamos espacios donde las personas se sienten vistas, seguras y bienvenidas tal como son, es cuando se produce la verdadera sanación. Es cuando la transformación arraiga. Esa es la verdadera medicina.
Así que, a cada persona que alguna vez ha venido a Sansara: gracias. Tú también has sido parte de mi historia.